01 Jun 2020

De dónde venimos, de dónde somos y dónde andamos

La construcción de ocho viviendas sociales para jóvenes en Caldes de Montbui representa un compromiso con el derecho a la vivienda en el contexto de un mercado inmobiliario excluyente y, por la centralidad, en el marco de un urbanismo demasiado disperso.

Hace ya más de ciento veinte años de la publicación de Garden Cities of To-Morrow, el texto fundacional de la ciudad jardín. Los crecimientos suburbanos en extensión se han convertido en la forma urbana proyectada más prevalente del planeta y han crecido junto con una industria, la del automóvil, que es la que más gasta en publicidad del mundo.

Pocas personas recuerdan que en el espíritu original de las New Towns hubo iniciativas cooperativistas y que los gardens de Ebenezer Howard no eran jardincitos decorativos, sino vegetable gardens, es decir, huertos. En lugar de esta idea, se ha instalado culturalmente la convicción de que la felicidad, la perfección y la excelencia tienen lugar sólo en la casa unifamiliar de los anuncios.

También en las películas de Hollywood y las series de Netflix los buenos residen en casas con jardín, perro, niño y niña en los barrios pudientes. Los villanos se arrastran por callejones oscuros y húmedos de ciudades abarrotadas, humeantes y malolientes. Sin embargo, comenzamos a entender que si todos viviéramos en mansiones de cuatro fachadas, más la cubierta, emitiendo radiación térmica en invierno y consumiendo aire acondicionado en verano, con una cinta de asfalto para llegar a cada finca, quemando fósiles con cada uno de los cuatro vehículos 4 x 4 de cada miembro de la familia, césped regado con agua de boca y piscina privada, el sueño suburbano tendría los días contados. El tamaño de la parcela howardiana tenía que ser lo bastante grande como para contener un cultivo de hortalizas suficiente para alimentar a una familia. La autosuficiencia aligera la dependencia del coche, entre otras virtudes. En Caldes de Montbui, la recuperación de los huertos del pueblo, propuesta ganadora del Premio Europeo de Espacio Público Urbano, nos ofreció hace cuatro años una respuesta a estas disputas urbanísticas contemporáneas.

«There are three things that matter in property: location, location, location.»

Atribuido a Harold Samuel, 1926.

Otra respuesta se encuentra en el proyecto de la vivienda dotacional para jóvenes de Caldes. El aforismo quasiapócrifo que encabeza este párrafo y que apareció por primera vez en un anuncio clasificado de la sección inmobiliaria del Chicago Tribune en los felices años veinte puede servir para aventurar una primera condición del derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad. La posición urbana es relevante, y más a las puertas de una depresión tan grande como la del 29. Ignorarla conduce a los casos extremos de la no-ciudad: la barraca, el polígono residencial especulativo, el derroche de la urbanización extensiva y el ghetto socioeconómico. El dónde importa. A diez minutos a pie del Ayuntamiento, el proyecto de vivienda se sitúa en una parcela que parecía estar esperando otro chalé, otro vecino de los que salen en coche por la mañana, vuelven a la noche, se refugian detrás de vallas, setos, persianas, cortinas y porticones. Tal vez una barbacoa en un sábado feliz. Nada en contra. Pero hay algo poco frecuente en esta propuesta de pisos asequibles en medio de la ciudad jardín, un ejercicio de coraje y generosidad de calderines y calderinas.

El proyecto se sitúa en una posición estratégica, contra un testero de la avenida de Josep Fontcuberta, entre las calles de Manolo Huguet y Granollers, frente a un pequeño parque abierto. En A Death and Life of Great American Cities (1961), Jane Jacobs introduce el concepto eyes on the street ,»ojos sobre la calle». La idea es que un espacio público no resulta más seguro por estar más regulado o por más patrullas de la policía que tenga, sino cuando sus usuarios hacen uso de él y lo observan: el señor que lava los platos mientras vigila los niños que juegan afuera, la señora que lee en el balcón, el tendero que saca una cesta de manzanas a la acera. Estos actores del escenario urbano son los verdaderos garantes de la convivencia. En el caso de los jardines públicos, si no se quiere confinarlos, los eyes on the park se vuelven imprescindibles.

«Not everything that is faced can be changed, but nothing can be changed until it is faced.»

James Baldwin, 1957.

Defender el derecho a tener hogar en un mercado inmobiolilario voraz merece unos minutos de atención. Hasta los economistas neoliberales más recalcitrantes admiten que la edad de emancipación y los índices de investigación, desarrollo e innovación son estrictamente paralelos. Las sociedades en las que los jóvenes se van pronto de casa son sociedades avanzadas. Lo opuesto a la independencia es la dependencia, pero ¿cómo pueden emanciparse los jóvenes catalanes con los precios que corren? La proporción de vivienda asequible en Viena es del 60%. En Copenhague, el 30%. En Berlín, París y Londres cerca del 20%. ¿Y en nuestras ciudades? 1,6% de media. Esta cantidad irrisoria explica porqué desde el comienzo de la crisis económica, 2008, los desalojos en el estado se acercan al millón de familias. Un millón de mudanzas, traslados, muebles en la calle y desesperanzas. Y diréis «Ah, por supuesto, son países ricos». Montevideo, en Uruguay, tiene una vivienda del 4% en el régimen cooperativo. Casi tres veces más que nosotros. En Caldes se hace una apuesta para rectificar esta iniquidad. La vivienda protegida genera cohesión social, sobre todo si se entreteje en la trama urbana de mercado. Fortalece las redes colectivas y las pequeñas economías que nos permiten crecer, avanzar y vivir. Ofrece condiciones de arraigo y pertenencia, construye identidad. Favorece el intercambio y el encuentro casual, el comercio y la alimentación de proximidad, el aprendizaje, la conciencia compartida y el respeto por el medio ambiente. El proyecto abre ventanas para el empleo, la autogestión, la autoconstrucción y la formación. Viene acompañado de otra iniciativa para la constitución de una cooperativa de vivienda en cesión de uso en el corazón de la ciudad, en plena centralidad. Ambos, significan nuevas oportunidades para un tejido productivo, el de la pequeña promotora, el cerrajero del pueblo, la carpintera o el electricista que han sido castigados por una crisis económica de diez años y ven venir otra. La experiencia del COVID-19 nos ha enseñado que mejor juntos. Hemos visto las ciudades más compactas del mundo, Hong Kong, Seúl, Singapur, Taipei, respondiendo a la pandemia de manera mucho más eficiente que los países defensores de la dispersión como Inglaterra o Estados Unidos. Juntos optimizamos los servicios de salud, juntos compartimos conocimientos, juntos somos más fuertes ante la contingencia. Ocho pisos serán sólo ocho pisos, de acuerdo. Mirad: En un mundo postrado ante el capitalismo global, las respuestas desde la especificidad local pueden parecer insignificantes, pero contienen el potencial de un cambio.